El resto es humo...

Hoy tenemos el grandísimo honor de contar con la participación especial del corresponsal colombiano Thomas Sparrow. Se agradece infinitamente su colaboración y la profesional crónica que ha elaborado de los hechos ayer ocurridos. Esperamos disfruten la entrega y, no se impacienten, que ya viene Rusia.



Juan todavía sigue perplejo por su sorprendente actuación de ayer, así que delegó en mí la función de actualizar su blog. De antemano les pido disculpas a los fieles lectores, acostumbrados a las crónicas llenas de palabras típicas de Córdoba (que ustedes entienden pero que a nosotros, acá en Leipzig, todavía nos dejan confundidos. Ejemplos: “un boliche”, “estar al pedo” o “ella es ‘repiola’").

Dejando de lado la disputa idiomática, comencemos por dos buenas noticias: La primera es que Juan llegó completo después de su travesía por la antigua Unión Soviética, que incluyó las peores nevadas en Moscú en los últimos 20 años (vean las actualizaciones del blog próximamente). La segunda buena noticia es que Juan, a su regreso, logró lo que ninguno de nosotros ha conseguido, creo, en su vida: literalmente mover las masas. Ayer lunes, tipo seis de la tarde, nuestro hincha de Talleres consiguió, a punta de habilidad culinaria –ya entenderán por qué-, que todos y cada uno de los habitantes de nuestra residencia estudiantil (para que calculen: son ocho pisos, cada piso debe tener alrededor de diez apartamentos para dos personas, en total alrededor de 160 personas) salieran despavoridos de sus cuartos, algunos en chanclas (perdón, en “ojotas”) y otros a medio vestir o sin chaqueta (perdón, sin “campera”).

La razón es que Juan accidentalmente activó la alarma de fuego del edificio, causando no sólo su evacuación completa (en pleno invierno, lo que significa que pocos estábamos contentos de tener que esperar afuera, en la nieve, para ver a qué “boludo” se le había incendiado su cuarto) sino también la visita de los bomberos –equipados como para controlar la peor llamarada en la historia de Leipzig- y hasta de la Policía. Ocurrió, más o menos, de la siguiente manera (como no fui testigo presencial de cómo Juan casi le prende fuego a su cocina, recurro a su narración posterior): cansado, recién llegado de Rusia y hambriento, el argentino decidió prender el fogón para cocinar algo, con tan mala suerte que prendió otro que tenía encima una tabla de plástico que, gracias al calor, se derritió rápidamente y causó una humareda que se esparció por todo el apartamento. A pocos minutos de la asfixia decidió abrir sus ventanas y la puerta principal y cuando el humo llegó al pasillo se activó la ensordecedora alarma.

Juan empezó a correr de un lado para otro. Corría para el baño, para el cuarto, trataba de apagar la alarma y veía como cada vez más personas bajaban asustados (y bravos, supongo, por la interrupción) a la entrada. Para ese entonces yo –que no tenía “campera” y estaba en “ojotas”- ya había evacuado y Dana, que había llamado a Juan para que todos evacuáramos juntos, ya se había enterado de quién era el “boludo” que la había activado. Nos encontramos abajo los tres, detuvimos a los bomberos en la entrada -sin que la mayoría de la residencia se enterara de quién fue el culpable- y en alemán les expliqué lo sucedido. Subieron a verlo con sus propios ojos y, mientras apagaban la alarma, llegó un Policía que le pidió a Juan su pasaporte y su permiso de residencia (no entendía por qué Juan, siendo argentino, le mostraba su pasaporte italiano). Mientras le comentaba que probablemente tendrá que pagar una cuantiosa multa por hacer que los bomberos llegaran a apagar una simple nube de humo producida por una tabla de plástico, también le recomendó un curso de cocina (que, por cierto, también le recomendamos nosotros, por si no les ha contado cómo le fue cocinándonos repollitas de Bruselas).

Para terminar, dos datos adicionales: mientras el Policía indagaba a Juan llegó Thomas, el nuevo vecino. No entendió mucho de lo que estaba pasando, pero por lo menos sonrió y habló con nosotros. En el fondo, yo creo que Juan se alegró de que Thomas llegara. (No queremos imaginarnos que habría pasado si el orangután de Patrick, el antiguo vecino, hubiera llegado a su cuarto para verlo inundado de humo y con un Policía en la cocina. Probablemente se le habría despertado el instinto asesino).

El segundo dato adicional es que Juan casi repite la hazaña hoy. Por poco prende otra alarma. Pero esa historia la tiene que contar él.

6 comentarios:

PATRICIA dijo...

Juan no se sintió conforme con la bienvenida recibida luego de las vacaciones e ideó el plan humo para captar la atención! Ja, ja!
Qué lío!
Aunque para los evacuados(y para el multado en euros) la historia habrá sido poco agradable,para nosotros resultó divertidísima y hermosamente relatada por Thomas.
Gracias! Muchos cariños

Anónimo dijo...

Bravo Thomas. Muy bueno tu relato,me imagino las "bendiciones " (otro de nuestros modismos) de los habitantes de la residencia .- Juan sabia cocinar, no se lo que le ha sucedido alli, será que tanto viajar, le omnubiló el cerebro para cocinar.- Espero que la multa no sea tan alta porque sino lo oiremos llorar desde aquí. Muchos cariños a los dos

Oscar dijo...

Felicitaciones Tomás, que en este caso suplantaste al escritor autobiográfico. Pienso que para quitar todo viso de dudas, podrías ser vos quien escriba la biografía de Juancito!

Un abrazo
El abuelo Oscar

Oscar dijo...

Juancito what happens with you, te estas comportando con la mona! Tendrás que hacer un curso de cocina o uno para no ser tan...pero tan...descuidado?
Un beso mi Nerón
Tu abuelo Oscar

Anónimo dijo...

El Negro Alvarez diría: " Que bolú!"

Unknown dijo...

Gracias Thomas por tu participación en este maravilloso blog. Creo que tu post le sirvió a Juan de Catarsis para no suicidarse de la vergüenza (quien iba a decir que el alumno 10 tenia problemas con la policia!).
Jeje espero que se digne a dar la cara una vez mas con un post.
saludos desde Argentina.

Ps. Juan: cara rota, esta vez te salvo el pasaporte berlusconiano, la proxima te deportan!

:)