Ya llegó la primavera

Al menos nominalmente… porque lo que es el clima, ni se enteró. En pocas palabras, un asco. Sí, los lectores fieles de este maravilloso blog podrán quejarse de lo recurrente que es el tema del clima en estas páginas, pero no es mi culpa. El clima de esta ciudad es una mierda. Llegué en octubre, cuando no hacía más que llover, después el invierno más frío de mi vida y cuando llegaba la primavera… primero, nos quisieron engañar con un par de semanas lindísimas, con sol, calor, pajaritos que cantaban... Pero claro, no duró nada, y nos empezaron a llenar los días de lluvia. Llueve todos los días, todos, menos uno o dos a la semana, que son lindos, lindísimos y después te los compensan con más lluvia. Entonces claro, ahora entiendo un poco más a esos alemanes que ante los primeros rayitos de sol salen a la calle en musculosa y bermudas y, claro, uno se va volviendo un poquito más como ellos.
Pero bueno, si bien el clima no cambia, el que cambia es uno… Sí, sí, cambios radicales está sufriendo este cronista. El primero ocurrió a principios del semestre, cuando, tras negarse por meses y meses a considerar la idea de una bicicleta, terminó comprándose una. Claro, no por convicción propia, sino más vale por presión social. Porque allá cuando empezaba el semestre y teníamos hasta dos días de sol seguidos, todo el mundo que aun no tenía terminó comprando la simpática maquinita. Y empezaron las actividades al aire libre y los paseos. Y obvio, quién quiere quedar excluido… Así que tras un par de semanas de necia resistencia, el gil terminó comprándose una bicicleta. Eso sí, ahora he de reconocer que está bastante bien. La ciudad es un poco más bicycle-friendly que Córdoba, tiene no sé cuántos kilómetros de caminitos para las bicis y hasta semáforos especiales. La geografía ayuda, sin grandes subidas ni bajadas uno se la puede bancar bien pa’ andar de aquí p’allá. Pero claro, ahora hay que andar atento a otras cosas en las que no se reparaba antes. Por ejemplo, ir a una fiesta en bicicleta puede complicarse. Si uno bebe de más no sólo tendrá que vérselas con el equilibrio y la necesidad imperiosa de reducir los zig-zagz al mínimo, sino que también deberá evitar a la policía, ansiosa por realizar controles de alcoholemia. Si te da muy alto el nivel, multa y hasta podés perder el carnet de conducir…
En fin, que ese no es el único cambio. Como si el clima y pedalear de aquí para allá no fueran motivo suficiente para alimentar el mal humor, Juancito no tuvo mejor idea que anotarse en un curso de alemán: de lunes a viernes de 8.30 a 12 o 13 según el día. Ok, sí, uno tiene su orgullo, y viendo que mi alemán progresa tan pero tan poco decidí meterme a esta maratónica maravilla mañanera. Ya van tres semanas, empezando la cuarta. No sé si mi alemán ha comenzado a progresar, pero lo que sí avanza non-stop es el sueño, el cansancio y el malhumor. Podrán dar testimonio las pobres personas que me rodean, testigos de este ente ojeroso, con cara de orto y pocas pulgas. Pero bueno, no todo es tan malo. Las clases están buenas y uno puede conocer alguna que otra gente de lugares lejanos. Eso sí, los recreos son un desafío: hay que rebuscárselas para poder tener una conversación en alemán entre personas que están apenas sobre el nivel básico.
A esta altura me preocupa que el panorama descripto se haya vuelto muy sombrío. Pero no, no todo es tan malo como suena. Que cuando brilla el sol nos alemanizamos y aprovechamos las bondades de esta ciudad. Paseos en bicicleta, alguna que otra excursión al lago, tomar sol en los parques y deportes de alta competencia. Porque claro, en Córdoba nos comemos los mocos, pero acá en Leipzig se juega un gran torneo de Kubb. Que qué es eso? Para los ignorantes: http://en.wikipedia.org/wiki/Kubb- no hay versión en español. En pocas palabras, se trata de un juego de tirar maderitas a otras maderitas. Tiene algún parentesco lejano con el tejo si se quiere, pero no es nada que ver la verdad… En fin, el asunto es que tras haber jugado dos veces en nuestras vidas formamos un dream team latinoamericano (Tayse, Mauricio, Thomas et moi) y nos anotamos en el torneo. Sábado a la mañana, con más de veinte equipos teutones… y la gran performance: 1 partido ganado, 7 perdidos. No, no pasamos a segunda ronda y nos fuimos rapidito, silbando bajito, bajito, a comer un döner.
Y así, como quien no quiere la cosa, me voy despidiendo de esta nueva entrega. Que así, silbando bajito la subo como si nada, sin prestar atención al hecho de que pasó un mes desde la última. Que claro, cualquier lector con un poco de sentido común habrá podido entender el por qué de la demora.

Las fotos del torneo de Kubb, gentileza de Thomas y Andrea: