Dresden (o la vida sigue)

Y sí... es difícil. Berlín fue un hito para este blog. Como bien presagiamos, marcó un punto de inflexión, un antes y un después... Pero qué nos epera, justamente, en este después?
La magia, la emoción, la novedad, todo va quedando atrás y uno va volviendo a la rutina. Leipzig ya tiene pocas cosas nuevas, es cada vez un poco más la casa, el hogar y, claro, la rutina. Las primeras veces son cada vez más esporádicas y los grandes hitos se ven reducidos a pequeños eventos de la cotidianeidad. Qué puede esperar el lector, entonces, encontrarse acá?
La verdad que no lo sé, pero bueno, la vida sigue y, por lo tanto, habrá que hacer de tripa corazón, magnificar los primerizos detalles y aprender a venderlos como lo que no son, o aun mejor, como lo que pretenden ser.
Así, puedo decir que en estas semanas no pasó quizás demasiado, pero tampoco para nada poco. Me tocó pasar lejos el cumpleaños de dos muy queridos amigos, cosa bastante rara por cierto, salió el disco nuevo de joaquinito y tuvimos paseito. La Lu y el Gabi, Vinagre y Rosas y Dresden, respectivamente...
Como de lo primero no sé mucho y de lo segundo no podría hacer mucho más que recomendarlo, creo que pasaré a centrarme en lo tercero.
Dresden es una ciudad que tiene aproximadamente la misma cantidad de habitantes que Leipzig, pero a diferencia de nuestra ciudad, aquella es la capital de Sajonia (la "provincia" donde estamos). La ciudad fue bombareada duramente casi por el final de la segunda guerra mundial, sin objetivo militar aparente y tardó muchas décadas en reconsruir algunos de sus principales símbolos (como por ejemplo la emblemática Frauenkirche, tuvo que esperar hasta después de la reunificación). Había escuchando muchas veces que era una ciudad lindísima, así que estaba muy contento de ir. Aprovechamos que el miércoles había algún feriado (vaya uno a saber por cuál motivo), así que pa'llá nos fuimos. El equipo: los latin american four + Dana. Para aquellos interesados en los detalles, les cuento que nos tomamos un tren, sacando un pasaje que sale muy barato: por unos 27 euros (si mal no recuerdo), pueden viajar cinco personas juntas y el ticket es válido hasta las 3am de esa misma noche. Así que uno toma 27, lo divide en cinco y, nada por aquí, nada por allá, tiene el precio del viaje ida y vuelta.
Sobre el paseo en sí no hay mucho que contar. Nos la pasamos caminando por la ciudad que, como pudimos comprobar, es efectivamente lindísima. Leipzig queda chiquita al lado del centro histórico de Dresden. Su servidor hizo de guía y eso le ha valido no sé cuántas fotos observando el mapa con rostro de perdido (fotos que, censura de por medio, jamás verán la luz en este hiperoficialista blog).
No creo que valga la pena ponerse a comentar sobre los principales atractivos de Dresden, pero sí me llamaron la atención algunos detalles de la ciudad que nos hicieron considerarla un tanto feminista. Por un lado, como bien recordarán los lectores fieles, por estos lados de Alemania los semáfotos suelen tenes al simpático señor de sombrero conocido como el Ampfelman (hombre del semáforo, si mi alemán no me falla). Pues bien, en Dresden uno se puede encontrar no sólo con estos, sino también con unos cuantos semáforos con "Ampfelfrauen". Después, al frente del Rathaus, hay una estatua dedicada a las mujeres trabajadoras. Por último, un mural grande y bonito, de la época socialista también, tiene como centro a una proletaria.
De lo mencionado y el resto de las hermosas vistas de Drsden acá les quedan las imágenes:


(Las Ampfelfotos son gentileza del Media-Man T. Sparrow -se le agradecen, por cierto.)

Y un par de videillos parnorámicos:






Y bueno, el paseo estuvo muy lindo, se hizo de noche temprano, tomamos el tren de las 18.20 y, tras alguna demorilla por motivos desconocidos para mi poco alemanezco oído, llegamos a Leipzig. Y c´est tout!

Ahora bien, para terminar el post con el mismo espíritu minimalista con el que empezó, les dejo una perlita de la vida cotidiana en Leipzig. Algún que otro memorioso recordará a prima y mis clases de español. Bueno, ahora se nos sumó Annie y, con lo buenas que son, nos regalaron esta dramatización:



Saludos, y hasta pronto!

Tríptico

Lunes 9
Finalmente llegó el día D del viaje. Si bien ya habíamos hecho una suerte de previa los días anteriores, el gran evento gran era hoy. Pero claro, no empezaba sino hasta las siete, así que había que ocupar en algo la primera parte de la jornada. Empezamos el día por la misma zona donde lo temrinaríamos, en las inmediaciones de la puerta de Brandemburgo.



El primer punto de nuestro recorrido, entonces, fue el Monumento del Holocausto. Es como una especie de manzana completa llena de bloques que van variando en tamaño. Pasan de estar al nivel del suelo a duplicar la altura de uno, mientras que al mismo tiempo el piso tampoco es liso, sino que tiene desniveles. A medida que uno se va metiendo para adentro es cada vez más profundo y termina pareciendo un laberinto. Si bien estando allá no terminé de agarrarle la onda al significado, ahora estaba leyendo y dice que quiere representar "un sistema supuestamente ordenado que ha perdido contacto con la razón humana." Un par de videos del lugar:





Terminado el paseo por entre los bloquecitos estuvimos unos minutitos buscando "el bunker de Hitler", pero al encontrarlo nos topamos con que no había un joraca, nada más un cartel con algunas explicaciones (Anto, después te paso las fotos). Así que media vuelta, cruzamos la calle Hannah Arendt y seguimos para el lado de la puerta de Brandemburgo. Para esto fue necesario volver a nuestra ya conocida calle de los dominó y meterle de nuevo para el lado del escenario. En eso estábamos cuando de repente aparece una nube de policías y señores de negro. Con su habitual amabilidad y buen modo, le piden a la gente que polulaba por la calle que por favor se muevan hacia un costado. Yo, muy inteligente, saco mi cámara listo para tomar a la celebridad que venía... pero nunca la vi, ouch! De todos modos, hay una segunda oportunidad, porque la doña se sube al auto. Sin ver un ocote traté de grabar y si usted tiene buen ojo y mucha atención quizás pueda ver por unas fracciones de segundo a Hillary encarando para meterse al coche.



Superado ese momento de cholulismo seguimos el camino hasta la puerta. Por-su que estaba rodeada de vallas, porque allí estaría el escenario más tarde, le daban la vuelta los dominós y había gente ya guardando un lugar para dentro de unas siete horas. Tras la foto de rigor seguimos para el Bundestag, que queda bastante cerquita. Otras fotitos de rigor del Parlamento y, claro, nos tocaba ir a comer ya. A todo esto el grupo ya se iba reduciendo. Tayse y Thomas pa'l centro de prensa (son los siempre-acreditados periodistas del grupo), Andrea y su novio a hacer un paseo en barco y Tito, merece una oración aparte. Nuestro querido venezolano más que periodista es un Paparazzi. La noche anterior no nos había acompañado al bar porque había ido a colarse al hotel donde se hospedaban varias figuras del fin de semana. Tras engañar al guardia de la entrada(con la complicidad, seamos sinceros, del serio periodista Sparrow) pudo meterse y darse el gusto de tomar un café viendo a Kissinger y Hillary. Ahora bien, todavía le quedaban un par de figuritas para el album, así que sin importar que faltaran seis horas para que comience el acto, Tito nos abandonó para poder estar en la primera fila. Los pocos restos de grupo (Mickael, Dana, Mauricio et moi) nos fuimos a comer a la Estación de trenes.



Después de una fantástica variedad de pescados fritos seguimos camino para "La isla de los museos". Y sí, como usted bien pensó, no hace falta tener más de dos dedos de frente para saber de qué se trata, el nombre lo dice todo. Una isla, varios museos.



Estuvimos dando una vueltita por las afueras de los mismos y después fuimos hasta la catedral, que está muy cerca. Seguimos caminando por la calle principal (Unter den Linden) y ahí pasamos por una especie de "templo" en homenaje a las víctimas del holocausto. En mi opinión era bastante impactante, era un edifico al que se entraba y no había nada, sólo una estatua (que recuerda a La Piedad) en el medio del salón y luz que entra desde arriba. La calle en cuestión es larguísima, y allí se encuentran muchos puntos de importancia de la ciudad. Tras caminar unos cuantos metros nos volvimos para el lado del hostel, donde muy cerquita se encuentra una iglesia que fue casi totalmente destruída en guerra. Ahora sólo quedan los restos, pero por dentro se encuentra muy bien conservada y tiene unos mosaicos muy lindos. Además, en un apéndice que tiene al costado, se encuentra un cristo que me pareció un tanto curioso.



Después de tanto turismo y caminar los guasos necesitaban a) comer algo y b) hacer un poco más de tiempo. Si bien quedarían dos horas, no sonaba muy tentador ir a quedarse guardando lugar abajo de la lluvia y el frío. Así que nos zampamos en un Dunkin Donuts (creo que así se escribe) que tenía un comodísimo sillón. En un tiempo record de más de una hora comimos un par de "rosquillas" con café, dormitamos un poco y bueh, ahora sí, nos fuimos para el evento. En el metro nos dimos cuenta que no eramos los únicos que queríamos ir, y nos encontramos con un montón de gente.



Tras caminar un poco llegamos a la conclusión de que no ibamos a quedar cerca del escenario de ninguna forma, así que buscamos acomodarnos lo mejor que pudiéramos cerca de una pantalla gigante. Y dimos en la tecla. Porque algo que me llamo sumamente la atención fue que el acto entero estaba hecho en su totalidad para la televisión. Las cosas sucedían en lugares distintos (no sólo el escenario principal), entonces no había forma de que ningún concurrente pudiera observar todo lo que ocurría desde su lugar. El formato era sumamente televisivo, había un conductor del acto, entrevistas, sub conductores en otros puntos de la ciudad que se comunicaban y pasaban la bola entre sí. Es más, las tomas, movimientos de cámara, ángulos, todo correspondía a una especie de show de tele. Quizás en otros lados sea común que así suceda, pero a mi me llamó mucho la atención. En Argentina me parece que los actos ocurren en un escenario y las cámaras se dedican a cubrir lo que ahí pasa, adaptándose a ese formato. Acá me dio la impresión de que fue exactamente al revés, el formato era televisivo y los hechos se adaptaron a eso. Un claro ejemplo fue doña de Clinton que, luego de decir sus palabras, dijo "acá les traigo un mensaje del presidente Obama" y nos apareció un video con el nobel hablando.
En líneas generales el acto estuvo lindo. Por ahí estuve un poco de cara cuando no le enganchaba el alemán, pero bueh, se entendía lo que pasaba. Eso no le sucedía a los alemanes, claro, que si bien hubo varios discursos y palabras en lenguas extranjeras, el acto tenía traducción en simultáneo para toda la gente en la calle!
Era increible, por otro lado, pensar que uno estaba ahí, tan cerca de tanta gente importante, en un lugar con tanta historia. Eso fue algo que me dejó un poco impresionado durante el fin de semana: después de años de leer a Giddens y hablar sobre él, citarlo, discutirlo, lo veo dar una conferencia, lo puedo tocar, hablar, sacarme una foto; otro día voy caminando por la calle y me piden que me corra para que pase Hillary Clinton y ahora estaba parado entre una multitud, en Berlín, en el acto de los 20 años de la caída del muro (muro cuyos restos ya había podido ver, cuyo recorrido antiguo habíamos encontrado)donde estaban Gorvachov, Walesa, Zarkozy, Merkel, Brown, Medvedev, etc, etc. Era de golpe como estar en un cuento, en una irrealidad shokeantemente real, todo lo que habitualmente leía, veía por la tele, estaba ahí, vivo y moviéndose. Perdón si exagero, pero la verdad que pensarlo así se me hizo un poquito impactante.
Peor bueno, volviendo al acto y la cobertura para trotamundosblog, les puedo ofrecer algún que otro material. Primero, pa' que vean el panorama general: lluvia, frío y paraguas por todas parte, pero claro, paraguas ajenos, ninguno propio. Luego tengo un pedazo en el que entran los presidentes protagonistas de la noche (representando al país anfitrión y las fuerzas de ocupación), y otro que se hace medio largo, pero que al fin logra capturar los dominós cayendo:







Después de los ladrillitos que se iban cayendo empezamos a calcular: empapados + cagados de frío + que no quedaba nada muy importante + una decena de imbéciles italianos borrachos al lado = decidimos irnos.
Volvimos a nuestra zona, nos compramos una comida china al paso y la comimos en el Hostel. Con el cansancio y todo Tayse nos insistió en ir a un "boliche", invitación que acepté con poco entusiasmo y con ella y Mauricio fuimos.
El lugar era una especie de cosa "under" y alternativa, pero al mismo tiempo daba toda la impresión de ser un lugar re conocido y de moda. Una especie de under cool, digamos. Tenía como cinco pisos en total y todas las paredes, escaleras y demases estaba decoradas con pintadas, grafitis, dibujos, etc. Los primeros pisos eran la pate artística del lugar, habían pinturas, dibujos y merchandising onda pop art o hasta artesanías no muy distintas a las que se encuentran en la plaza de Argüello un fin de semana. Un panorama para los lectores:



Bueno, al final llegamos al quinto y último piso donde había una especie de bar y música. Unos lindos y limpios sillones para sentarse, pero claro, era una especie de terraza, todo abierto, así que mejor no sacarse la campera porque estaba para cagarse de frío. Uno se enocntraba con varios personajes un tanto curiosos (dicho sea de paso, ahí nos encontramos también con nuestros amigos Erik y Max) que según lo que hubieran bebdio y/o consumido, podían salirle a uno con una serie de huevadas distintas. Por lo pronto la pregunta que más escuché en la noche era la de "do you have paper?" Se ve que el ambiente inspiraba a escritores, o que habían muchos resfriados, no sé...
Un párrafo aparte lo merece el baño de Tacheles. Por dios... creo que nunca en mi vida había estado en un lugar tan asqueroso. Aquellos que me conozcan sabrán de mi manía para evitar baños públicos, pero bueno, tras unas cervezas no me aguantaba más y tenía que ir. Llego a la puerta y tuve que esperar como unos 10 minutos (probablente no hayan sido tantos, pero se me hicieorn eternos) hasta que se abrió y salieron tres muchachos del baño (no me pregunten qué hacían, pero no podría ni imaginarlo). Un baño mínimo por cierto, con todo el piso "húmedo" y con tonos marrones por todas partes. Para colmo: la tapa del hinodoro baja. En fin, tras levantarla "con una uña" pude cumplir mi objetivo y salí corriendo lo más rápido que pude. No es un episodio de mi vida que quiera volver a recordar.
A modo de despedida de Tacheles les dejo estos últimos videos. En el último se puede apreciar a Alesh, un esloveno que andaba solo y borracho y, tras enamorarse de Tayse, no tuvo mejor idea que apencársenos el resto de la noche. Es más, ni cuando nos volvíamos para casa nos los podíamos sacar de encima. Se ve que el alcohol le impedía captar mis sutiles intdirectas cuando, por ejemplo, le decía "qué hacés aun con nosotros, tendrías que haberte ido como hace media hora". Pero bueno, nos dimos cuenta que no se puede esperar mucho de alguien que creía que éramos ingleses...





Tras descubrir cómo tomar un colectivo que nos llevara al hostel y que Mauricio le sugiriera con sutiles y convincentes argumentos a Alesh que se bajara en Postdamerplatz, nos lo sacmos de encima y pudimos llegar al hostel. Dormimos unas regias dos horas y nos levantamos bien tempranito para volvernos. El tren salió a las 8 de la mñana de Berlín y llegamos a eso de las 9.30 a Leipzig con tiempo suficiente para volver a la residencia, dejar las cosas, utilzar 30 minutos para lo que uno más quisiera (o necesitara) y picárselas para la facu. Porque, claro, sí, sí, a las 11 de la mañana teníamos clase. Que no todo es joda en la vida, y que somos gente muy responsable!

Domingo en Berlín

Prefacio a la segunda entrega
Lo prometido es deuda, y ante el container de cartas recibidas y el colapso de líneas telefónicas se ha decidido contentar a la audiencia lo antes posible y publicar as soon as possible esta segunda parte.
Como corolario de esta introducción, simplemente advertirle al usuario de blogtrotamundos.com que esta no es una entrega más. La misma podría ser considerada un momento de dramático quiebre en la historia de los blog del mundo (o al menos en la de este). Palabras, sonidos, imágenes, movimientos, letras… todos los estímulos a nuestro alcance hasta ahora (prometo que estamos trabajando en los olores para la próxima) han sido incluidos en este post para el deleite sensorial de los fieles seguidores. Pero no sólo eso, reconocida mi abundante ignorancia en lo que respecta a Berlín y sus principales atractivos, he tenido que desembolsar una buena suma de euros para poder contratar a los más prestigiosos especialistas en el muro, la guerra fría y demases hierbas. Profesionalismo y compromiso en su máxima expresión.
Así que, damas y caballeros, ladies and gentlemen, familiares y amigos, ajusten sus cinturones, afilen sus sentidos, agudicen el ingenio y prepárense para hacer historia.

Domingo 8
El domingo empezó lo más temprano que se pudo y tras un viajecito llegamos al East Side Gallery (no sé cómo se dice ni en alemán ni en español). El nombre no revela demasiado la verdad, así que paso a explicar. El asunto se trata de una buena cantidad de metros de muro que corren paralelos a una calle. El mismo está dividido en muchos murales, en su gran mayoría alusivos al mismo muro (autoreferencia en su máxima expresión, claro está), mientras que algunos otros hacen referencia a momentos históricos relativos o algún que otro mensaje social. Como se podrán apreciar, la verdad es que están muy buenos, así que nos demoramos un buen rato viéndolos todos.
Considerando esto último y sumando a que no somos muy madrugadores, pronto se hizo la hora de comer. Otro döner pero ahora con un heladito de postre y listo pa´ seguir.





El próximo punto fue el célebre check point Charly, punto de control yanquilandia durante la ocupación de Berlín por parte de los ganadores de la guerra. El lugar no es mucho más que una casillita, por lo que a la vista no es mucho muy impresionante. Estaba rodeado de vendedores de “souvenirs comunistas”, así que como no quería parecer tacaño me compré un prededorcito con el escudo de la RDA. A continuación algún interesantísimo material audivisual.





Después de espantarnos por el precio del museo de Charly, Mauricio nos propuso ir a un “museo al aire libre”, llamado “topografía del terror”, su principal atractivo era la gratuidad, así que p’allá fuimos. Eso sí, en el camino tuvimos tiempo para esta interesantísima explicación:



Unos no muchos metros más tarde nos encontramos con la dichosa topografía del terror, a primera vista realmente que nos asustamos...



Y a segunda vista, a decir verdad, quizás no estábamos tan equivocados. El lugar se trataba de una serie de carteles con fotos e información sobre datos históricos. Después del interesantísimo recorrido ya no tenía más dudas… había entendido por qué la exposición era gratis.
La noche llegaba, pero el día aun no se acababa. Caminando unos metros más llegamos a Postdamerplatz, una plaza muy bonita en una zona muy top. Tenían una feria donde vendían muchas huevadas y, por-su, vinito caliente. Recargamos pilas con esas tacitas y seguimos caminando. Ahí muy cerquita está el Sony center, una especie del colmo de la tecnología en Berlín según me explicaron. La verdad que más allá de un techo muy bonito, no tiene mucho pa’ joder, pero bueno, eso lo dice un analfabeto tecnológico, así que tomadlo como de quien viene.






A la salidita de ahí nos encontramos con el principio de una de las ristras de dominó que había por la ciudad. Claro, claro, no olvidemos que al otro día era la celebración de los 20 años de la caída del muro, así que todas las piezas de dominó gigantes estaban ya puestas en su lugar. Las mismas estaban todas pintadas con motivos alusivos. Algunas por artistas, otras por chicos de escuelas y otras… eh… por auspiciantes. Tenía cierto aire a la ya mencionada gallery, en cuanto que habían algunos dibujos que estaban muy buenos y, claro, eran alusivos al mismo tema.





El asunto es que nos pusimos a seguir las fichas de dominó hasta la puerta de Brademburgo, escenario del gran acto gran. En el camino, las pantallas gigantes muestran a Bon Jovi cantando, lo que emociona a Tito y nos hace por poco correr hasta la primera valla contenedora de público. La canción se acaba rápido y al rato el acto continúa… errores, repeticiones, poca claridad… y los guasos se dan cuenta de que estaban en medio del ensayo. Después de estar parados como unos giles ahí un rato nos volvemos todo el caminito de dominós hasta la Postdamer.
Para esta altura el hambre era moneda corriente y la tensión crecía. Sí, veníamos a celebrar el principio del fin de la guerra fría, pero a su vez éramos testigos de una nueva disputa. No política, no ideológica, no económica, pero gastronómica. Chávez quería pollo frito, Lula pasta… no había acuerdo. Zarkozy estaba llegando tarde, así que mientras lo esperábamos Uribe se hacía el boludo con el teléfono y Cristina miraba para otro lado sacando fotos y grabando videitos (no conozco al presidente de Eslovaquia ni a la primera dama, pero bueh… sepan disculpar) Ah, claro, para colmo de males, ante la falta de decisión el premio nobel de la paz se ponía un poquito ansioso. El resultado: tras media horita de caminatas, idas y venidas, los guasos comieron en McDonalds y todos (o ninguno) contentos.



Un buen combo de trencitos después nos volvimos pa’ las casas. Pero antes, claro, pasamos por un pub irlandés que no habíamos podido encontrar la noche antes. El lugar estaba muy lindo y además había música en vivo. Genial. Y, por cierto, fue muy educativo. Mirando a la carta de bebidas en Alemania uno suele encontrarse con los tamaños, generalmente las dos opciones para las cervezas en chop rezan: 0,3l o 0,5l. Esta no era la excepción. Pero estando en un bar irlandés, cómo no mirar el Baileys: 0,4cl. Cero coma cuatro?? Y sale sólo un euro más que la cerveza grande?? Quedará a discreción del lector descubrir quién fue la mente brillante que creía estar pidiendo casi medio litro de Bailey’s por cinco euros…

Ahora que el blog ha incorporado algunos elementos televisivos no podemos escapar de su lógica del suspenso. Sí, sí... cuando el lector se esperaba el momento cúlmine del viaje, la celebración del 20° aniversario... ZAS! Los créditos... Paciencia, que en la tercera y última entrega terminamos con todo.
Saludos y gracias por la compañía.

Berlín, primera entrega

Estimados lectores, sepan disculpar el prolongado período de ausencia. El autor de este blog, en su firme compromiso por mantener la calidad de su producto, ha debido tomarse un par de semanitas para realizar los esfuerzos de producción necesarios para la presente entrega.
Tras tanto tiempo de vacío, el muy extenso relato de hoy quizás parezca más que excesivo y desproporcionado. Quizás lo sea. Pero bueno, muchachos, aprovechemos mientras haya y a leer…


Objetivo: Berlín
La conciencia torturaba ya cada vez más cuando leía el título del blog “trotamundos”. Bueno, venga, que si con habernos ido a Leipzig queríamos hacernos los trotamundos… mejor buscar otro nombre. La verdad que contemplé la posibilidad por un par de días, pero ante la falta de ideas terminé de concluir que mejor hacerle honor al nombre e irse de viajecito.
El asunto surgió así como quien no quiere la cosa, tomando algún cafecito en el bar de la facu. Teníamos el lunes 9 de noviembre, por un lado, con el 20 aniversario de la caída del muro y, como incentivo adicional, el viernes disertaba sobre el cambio climático el mismísimo Sir Anthony Giddens. El denominador común: Berlín. Así que bueh, tras un par de semanitas de organización armamos un nutrido contingente de la facu y para allá nos fuimos.

Viernes 6: La salida
El viernes, después de clase, salimos. Algunos fuimos en autos de compañeros (yo por ejemplo viajé en el auto del novio de Andrea) y otros con autos de desconocidos. Para aquellos que como yo hasta hace unas semanas son medio ignorantes de la vida cotidiana en Alemania, les cuento que acá es de lo más común llevar a desconocidos. Un leipziger se tiene que ir a Berlín, entonces pone un avisito en Internet diciendo cuántos lugares disponibles tiene en el auto y cuánto te va a cobrar por el viaje. Por lo general termina siendo muy barato, porque más que buscar ganancia se aspira a cubrir los gastos de la nafta.
Como luego de dos horas de viaje, llegamos finalmente a Berlín. Nos fuimos directo pa’ l hostel que responsablemente habíamos reservado con anterioridad y, tras apurarnos un poco, salimos corriendo para la conferencia de Giddens que ya empezaba. Para los que no lo conozcan, el muchacho es, según mi humilde opinión, el sociólogo vivo más conocido. Y es, por cierto, un viejito al que hemos que tenido que leer bastante durante la facultad. Una vez ahí, entonces, fue un tanto raro pensar que estaba viendo y escuchando al guaso que tanto había leído. Era como que el papel había cobrado vida.
El asunto es que una vez terminada la conferencia no queríamos perdernos la posibilidad de robar una fotito con el viejo. Cuado llegamos a sus inmediaciones nos encontramos con que ya estaba rodeado de gente, así que esperamos un rato… y otro rato… y otro rato… y bueh. A la bosta. Nos fuimos para afuera donde, como siempre, había alguna comida esperando a los concurrentes. Después de entrarle a un “pretzel” (o como se escriba) con una regia copita de agua, me fui a asomar de vuelta a la sala de la conferencia. Y ahí venía Tony! Cámara en mano me quedo cerquita, el viejo venía hablando así que apenas le toco el codo con un dedo, me dio cosa interrumpir, pero el buen amigo se da vuelta, le muestro la máquina y, sediento de flashes y estrellato, el buen Anthony no tiene problemas en posar abrazado y comentar sobre su última visita a Buenos Aires, sus amigos de centro izquierda y lo lindo que es Buenos Aires. Un tipazo el Giddens ese.


Juan y Giddens (un solo corazón)


A la salida de la conferencia, un pedazo de muro.

Y como no todo el tiempo todo puede ser cultura e intelectuales, de la conferencia salimos rumbo a casa de nuestra querida amiga brasileira Janaina, quien hace ya un par de horas puso a su pobre esposo Antonio a cocinarnos. Jana se vuelve a Brasil próximamente, así que era su despedida acoplada con el cumpleaños de Andrea que tocaba el sábado. El menú: Feijoada y algo que no sé cómo se escribe pero que sonaba a “coshiña”, acompañado todo esto, of course, de caipirinha. Pero claro, que también teníamos de postre brigadeiro. Sin palabras!
Tras estar un buen rato de festejo ahí, una simpática alemana de mexicano español se ofrece a llevarnos a una fiesta. Por qué no? Bueh, principalmente podría decirse que no al enterarse uno que va a tardar como una hora en llegar tras tomarse dos trenes y caminar media hora. Pero claro, eso no lo descubre uno sino hasta que llegó al destino. Por qué no? Porque uno si supiera con anterioridad la pinta de antro del lugar al que está yendo, tranquilamente podría decidir tomar camino para otro lado. Pero claro, uno no se entera de que eso es antrezco sino hasta que se encuentra subiendo unos tres pisos por unas escaleritas rocoquescamente decoradas con pedacitos de botellas rotas por todas partes o cuando entra y descubre que no es un lugar bailable, sino el departamento de algún pobre víctima que tendrá que ponerse a limpiar todo al día siguiente cuando la resaca desaparezca. Al margen de hacerme el fino criticando el lugar, hay que reconocer que nos quedamos un buen rato ahí, hasta bastante tardecito. Nos unimos a la moda del lugar y nos pegamos unos espejitos en la cara (que, a pesar de ciertos rumores esparcidos por la CIA no tenían LSD en el pegamento – fucking Google translator-). El camino de vuelta al hostel fue larguísimo, como tres trenes nos tuvimos que tomar y hasta Mickael nos hizo entrar en delirio paranóico haciéndonos bajar de un tren para ahorrarnos un reto del inspector por no tener pasajes. Terminamos llegando por fin a las ocho de la mañana a nuestras musicales camas del hostel. Pleno día era ya, la pieza ultra iluminada y claro… no se extrañe si no podía dormir.


Volviendo


Sábado 7
Bueh, el sábado ya llevaba varias horas a decir verdad, pero hacemos de cuenta que empieza acá. A los puristas de los cambios de días y las horas, los invito a retirarse.
El asunto es que tras estar un par de sextenas de minutos sin poder dormir me fui a dar una vueltita con Dana y Tito. Pero antes del paseo, claro: una duchita. El baño del hostel parecía inspirado en un campo de concentración. Cinco cubículos uno al lado del otro, que deben haber tenido un metro cuadrado cada uno. La mitad del frente hecho de material, como las paredes, y la otra mitad restante, algo así como una ranura para entrar... ni una cortinita! Así que bueh, ducha rápida y de paseo un ratito por ahí nomás y desayunar alguito.
De vuelta en el hostel la mayoría seguía durmiendo y yo, de puro ubicado nomás, no quería despertar a nadie, así que me uní al subequipo sajón: Max (Alemania), Hanna y Erik (EEUU), quienes se iban a ir al museo de la Stasi (la policía del estado de la RDA). Parecía interesante así que después de comer un fantástico Döner (comida turca que se encuentra por doquier en Alemania) emprendimos un ETERNO viaje hasta el famoso museo.
En Berlín da la sensación de que todo queda lejos. La ciudad es enorme y para ir a cualquier lugar uno le tiene que poner como mínimo media horita y algún cambiecito de tren. Tren digo genéricamente. Hasta lo que mi cabeza me permitió entender, hay tres medios de trasnporte en la ciudad: los tranvías, como tenemos en Leipzig, el subte y otros que vendrían a ser como unos “trenes urbanos” o trenes de cercanías según me dijo Thomas. El asunto es que en nuestra simpática ida al museito de la Stasi nos conocimos todos y cada uno de estos servicios.
Más vale tarde que nunca, llegamos, nos conseguimos una simpática guía de habla inglesa y nos hicimos el recorrido por este lugar. Ahí funcionaba una cárcel donde se encerraba, torturaba e interrogaba a presos políticos. La existencia de este lugar era desconocida para el común de la gente, ni siquiera figuraba en los mapas. En la primera foto está marcado el límite del área de exclusión que rodeaba al complejo.





Quizás el ver la reconstrucciones de los lugares no era tan interesante como los datos históricos que iba tirando la guía.
Terminada la visita seguimos hacia Alexanderplatz, una plaza super famosa que la verdad no tiene mucho pa’ joder. Muy grande, modernosa, y con la famosa torre de televisión. Tras dar una vueltita nos fuimos a tomar un café por ahí a un bar italiano y a comer, por último a un restaurant chino. Después de tan largo día me reencontra, por fin, con mis viejos amigos. Nos fuimos a tomar una cervecita por ahí y después a la camita, que mucha falta me hacía.



Bueno, habiendo llegado a la mitad del viaje me parece buen momento para cotar el racconto. Como se enterarán en la segunda entrega, estoy cagadazo de sueño así que la cabeza ya no me da pa’ seguir escribiendo.
Eso sí, no se pierdan lo que sigue, que viene con abundante material multimedia, en exclusivo desde Berlín.
Saludos a todos y…
CONTINUARÁ…