9/6/2011 16:11

27 páginas de la tesis ya escritas.
Pero por lo menos 40 más to go

17 días de plazo según mi calendario…
Bueno, quizás 20… a lo mejor 25…

30 grados de temperatura promedio
A 500 km de distancia de la playa más próxima

8 meses desde que estoy en Austria
Y 2 meses y 2 días para estar en Córdoba

3 valijas vacías
Relleno como por lo menos para 5

197 mails sin leer en la bandeja de entrada
8 mails leídos pero aun aguardando respuesta.
11 llamadas perdidas en Skype

5 rechazos doctorales
Un par más esperando definición.

19 días y 500 noches en los oídos
1968 en la cabeza
9 libros en la cama, 7 en el escritorio, 4 en el piso

3 calzoncillos limpios
12 remeras sucias
2 bermudas que aun no han conocido al lavarropas

0 pasajes de tren, reservas de hostels y guías de viaje

3 días desde la última clase de la historia del master
Noch 2 Unterricht para no estudiar alemán nunca más.

2 ó 3 ideas en la cabeza
4 ó 5 neuronas que todavía hacen sinopsis
6 ó 7 horas diarias de sueño


Y me pregunto: ¿Quién dijo que las sensaciones no podían ser cuantificadas?

Austria, segunda patria.

He llegado a la conclusión de que, definitivamente, Austria es EL lugar para visitar cuando uno ha nacido bajo el cielo de la docta. Sí, es cierto, a veces corrés el riesgo de ir preso… otras te confunden con mendigo, pero cuando uno se sobrepone, sigue adelante y levanta la cabeza, se da cuenta de que el pasaporte cordobés tiene valor agregado en estas tierras.
Cómo? Por qué? Bueno, yo antes de llegar acá no sabía nada, pero ya en mis primeros días por estos lados, creo que fue mi tandem quien me contó: “Ah, sos de Córdoba? Acá Córdoba es muy famosa…” Orgulloso y sorprendido pedí explicación… sería por la simpatía de sus habitantes? Por su vieja Universidad? Por el internacional Talleres? Por ser el corazón de mi país? Nah, nada de eso… Córdoba es famosa porque allí, en el mundial ’78, Austria derrotó a Alemania. Sí, y no es para menos, porque los austríacos son los primeros en reconocer que son muy malos al fútbol. Entonces, haberle ganado a Alemania y en un mundial se ha convertido en una hazaña histórica conocida como “el milagro de Córdoba.”
Tan milagroso e histórico ha sido esto que es conocido, recordado y añorado por generaciones que han nacido mucho tiempo después. Porque claro, cuando me presenté en la clase de alemán mi profe de unos 50 años me dijo “ah, Córdoba, acá es muy famosa porque…”, bueno, vaya y pase. Pero no sólo él, mis tándems que son más o menos de mi edad me contaron el mismo cuento. Y la secuencia llegó a ser al revés incluso, cuando mis vecinos supieron que era de Argentina me preguntaron “Conocés Córdoba?” y clah, yo muy canchero explicándoles que de allá era.
Pero sin lugar a dudas la mejor anécdota pasó hace un par de semanas. Salimos a la noche y yo hablaba en español con Denis cuando un austríaco que paraba la oreja nos preguntó, en español, de dónde éramos. Cuando le cuento que de Argentina, me cuenta lo de Córdoba y cuando le cuento que soy de Córdoba… Alegría! El muchacho no se lo podía creer. Me empezó a contar de lo famoso que era el partido, de lo inolvidable… Resulta que el flaco tenía sus años y había visto ese partido en directo por la tele… la emoción era incontenible. Y tan contento estaba que me dijo “pero no puede ser que haya un cordobés acá y no se le rinda ningún honor!” así que se acercó a la barra y, tras unos “no, no, está bien” de gentileza míos, terminé con una cerveza de regalo. Por cordobés.

Para aquellos que quieran seguir con el tema, les paso un artículo gentileza de mi padre: http://www.elpais.com/articulo/deportes/Austria/apela/milagro/Cordoba/elpepidep/20080616elpepidep_11/Tes

Caridad

Me he quejado en varias oportunidades de la hospitalidad vienesa, en especial después del día en el que con Thomas nos llevaron (injustamente) presos. Desde entonces me he encargado de concentrarme en los lados antipáticos de las gentes que aquí habitan hasta el punto de, quizás, haber creado una imagen demasiado parcial. Con ánimos de resarcir de algún modo aquel error, paso a compartir esta breve historia.

Ayer a la mañana muy temprano y estando aun medio enfermo la acompañé a mi tía hasta la terminal de colectivos. Todo fue sin problemas y me volví para la casa. A eso de las ocho y algo de la mañana sólo me faltaba tomarme el tranvía pa’ estar en el destino, pero cuando llegué a la parada todavía le quedaban cinco minutos para llegar. Yo no me sentía del todo bien y había un viento fresco, así que me senté en una posición “de bicho bolita”, digamo’, pa combatir el frío… El asunto es que de repente veo tres patas, bueh, dos patas y una muleta, al frente de mis pies y una voz que me dice algo en alemán:

-¿Ya ha comido algo hoy?
-¿Cómo? – le respondí, mi respuesta universal para cualquiera que me habla alemán cuando estoy distraído.
-¿Ya ha comido algo hoy?
Yo no sabía bien que decirle… La verdad era que no había comido nada, pero al mismo tiempo no sabía si era una vieja loca o qué, entonces le respondí que sí había comido.
-Tome, tome, para que desayune algo – dijo y extendió la mano, ofreciéndome 10 euros!
-No, no, está bien gracias, señora, yo sólo estoy esperando el tranvía.
-Sí, para que coma algo hoy, cómprese algo- con una sonrisa.
-No, en serio, que ya he desayunado…

Quizás insistió un poco más, pero se terminó rindiendo, sonrió y se fue. Así que bueno, para que lo vean, que algunos habitantes anónimos de esta ciudad sí me quieren! Muchas gracias a la señora desconocida por tan amablemente hacerme notar lo mal vestido que ando por la vida y darle razones a mi abuela pa’ que me grite que me va a llevar a comprar ropa “cuánto antes!!!”

Visitas

Ya me he encargado en varias oportunidades de comentar como en este nuevo año en Europa nada es en realidad muy nuevo. He resaltado las similitudes, criticado la falta de novedades y repudiado el aburrimiento producto de la monotonía. Pero hoy el objeto de reflexión (si bien no excitante, entretenido o divertido) es un cambio. Sí, en la modesta entrada del día de la fecha tengo el agrado de comunicarles un fenómeno que el año pasado no se produjo más que excepcionalmente: el de las visitas.
Todavía no logro entender muy bien el por qué de este cambio, razón por la cual he comenzado a aventurar algunas hipótesis… Una de ellas, un tanto falta de modestia pero no por ello menos verdadera, resalta como la gente no puede resistir más tiempo sin mi y tras haber estado un año alejados (o luego de haberme conocido en Leipzig), las ganas de verme de nuevo se convierten en un impulso irreprimible y los trae por acá. Otra de las hipótesis – esta sí, un tanto más improbable – desplaza el foco de atención del protagonista al ambiente: la ciudad. Es que acaso mis amigos son tan mezquinos y calculadores que no me visitaron antes porque a nadie le interesaba conocer Leipzig, mientras que Viena suena mucho más tentador? En fin, algunas de las explicaciones plausibles para esta nueva realidad.
Bueno, y de qué se trata este boom en las visitas, entonces. A ver, todavía durante el año pasado tuvimos los primeros visitantes: Thomas y Julia, como bien los lectores se enteraron en su momento. Pero sería durante este nuevo año que las cosas se reavivarían: ni bien volvimos de Egipto, ese mismo día, tan sólo media hora luego de llegar al hogar me encontraba con Nati (mi fiel compañera de preparación del TOEFL) y Tomás. Tras festejar el año nuevo juntos (en compañía también del Thomas colombiano) los cordobeses partieron y, dos días de por medio, llegó nueva visita: esta vez se trataba de Mauricio con su familia. Pero aún quedaba más, y para la fecha de mi cumpleaños y días aledaños tuve la alegría de contar con otro reencuentro, pero por partida doble: esta vez fueron Franka y Andrea las que se hicieron presentes. A esta altura, he de confesar que mi nivel como guía turístico de la ciudad no ha hecho más que crecer y hasta me he aprendido el circuito de memoria. Eso sí, a todos les prohíbo que realicen preguntas sobre lo que vamos viendo… que tampoco soy tan bueno.
En fin, con el perfeccionamiento de mis habilidades se han visto favorecidos los últimos visitantes: nada más y nada menos que mi amiga oriunda de Villa Allenda, la Vicky, y, oh variedad de nombres que tenemos, Thomas. A esta altura, y con tantas visitas, he de confesar que Jacqueline empieza a hablar español sin mayores problemas. Pero bueno, el asunto es que Victoria y Thomas acaban de irse apenas ayer y ya los estamos extrañando. Acá les comparto un par de videos de nuestros fríos divertimentos.






En fin, que si comparamos con la temporada anterior, ganamos sin mucho problema este año: en Leipzig, a estas alturas, teníamos el cero absoluto en el marcador. Es más, la única visita que recibí durante todo ese año fue la de la Yaya, única que tuvo el gozo de conocer la maravillosa Leipzig. Pero claro, que a lo Talleres, este año no se conforma con el resultado, y parece que gana por goleada: en una semana tengo el honor de recibir a otra Natalia (para seguir con el espíritu albiazul) y, por allá en el horizonte, se divisa la repetición de mi abuela, aunque esta vez, al parecer, acompañada. Alrededor de estos visitantes firmes revolotean algunas otras promesas y ganas de hacerse presente por aquí, pero, al mejor estilo periodístico, no podemos confirmarlas por ahora…
Entonces queda claro, el destino está en su momento de apogeo. Los lectores del blog no querrán, imagino, quedarse afuera de esta moda en la que se ha convertido la visita a Viena. No se contengan, no lo duden, sólo déjense llevar y comiencen a averiguar la conexión más cercana desde su casa. Que acá, en Viena, las visitas son lo que se lleva.

Sobre Egipto y los egipcios

A diferencia de otros viajes, y de otras anécdotas que no necesitaros de desplazamiento alguno para ocurrir, el paseo por Egipto brilló por su falta de incidentes. No hubo golpes, pérdidas de trenes, intentos de asesinato. Nadie tuvo que ir al hospital, no conocimos ninguna comisaría ni estuvimos perdidos más de lo habitual. A nadie le negaron visas, nadie fue deportado, no conocimos pueblos fantasmas. En fin, que ante tan positivo viaje el panorama para el blog se vuelve sombrío. Porque, cómo escribir entonces algo sobre este viaje sin caer en la cursilería? [“para hacer el poema de un barco sin que se haga sentimental”] Cuando pasan cosas malas es fácil recurrir al humor, la ironía el sarcasmo, pero ahora, muy por el contrario, hay que estar en guardia contra el sentimentalismo, la sensiblería y las reflexiones multiculturales del todo por dos pesos.
Pero bueno, tampoco se asusten, el que no haya un evento en particular que contar tampoco significa que me voy a poner a detallar todo el viaje, a hacer una crónica de Egipto. Eso seguro que no. Que ya hemos aprendidos todos de la experiencia de los inacabables posts de Rusia un año atrás: tan aburridos para el público leerlos como para mi escribirlos.
Pensaba entonces sobre qué valía la pena contar, qué fue lo más llamativo de Egipto. Y sin riesgo a equivocarme, creo que uno puede afirmar con tranquilidad que una de las cosas más lindas del viaje fue la gente. Sí, los egipcios. Claro… que sí, que las pirámides son imponentes, que cómo no, el Nilo es tan simbólico, que obvio que sí, que los templos son impresionantes, las tumbas muy lindas y las momias asquerositas. Pero bueno, al margen de todas las cosas inertes que crean paisajes espectaculares y lo remontan a uno milenios atrás en la historia, hay que reconocer que la gente sobresale. Quizás sea más que nada el contraste, el estar en una parte del mundo donde la gente que no te conoce es ortiva, no sonríe, no te habla… Que de golpe llegar a Egipto te deja pasmau!
Definitivamente, los nenes son lo más. Ni bien llegamos a Luxor, el primer día, caminábamos rumbo al templo de Karnak y pasamos por varios colegios en horario de salida/entrada. En ninguno dejaron de saludarnos los mocosos, practicando sus frases de inglés onda “hello, how are you, what’s your name?” Hasta ahí muy divertido. Pero una vez en el templo ya medio que nos asustamos. El primer impacto fue cuando un malón de unos ocho chicos la encararon a Jacqueline pidiéndole una foto. Estos no eran tan chiquitos como los del cole, habrán tenido como unos 15 años por lo menos y me sacaban varios centímetros. Primero no entendíamos nada y medio entre risas les decimos que sí. Se sacan las fotos con ella, y de golpe un sub grupo de ellos me pide la foto a mi. “Ehhh… bueno… sí…”, manos en los bolsillos, palpando la billetera y controlando que todo quede en su lugar acepto la foto. Boludo yo. Me sacan con sus celulares, Thomas me saca con la cámara de él. Muchas gracias, chau. Nos mirábamos sorprendidos, pero claro, ya con el paso de los días veríamos que sería muy normal que la gente se nos acercara a sacarse fotos. Al otro día, en otro templo, había muchos grupos de chicos del colegio, estos sí, chiquitos. Cada tanto se venía alguno a pedir una foto y los seguían otros. Por momentos el asunto se iba de las manos y tenías 10, 15 pendejitos que se querían hacer la foto con vos. Esto ponía nerviosos a algunos profesores y a otros no tanto. Por ejemplo, mientras uno se me cercaba a darme la lata sobre de dónde era, que qué hacía, etc., su colega iba cagando a rollazos de papel a los nenes en la cabeza para reestablecer el orden. Ah, eso sí, una vez que logró reprimir al malón en su totalidad, se puso a posar él mismo en una foto con Jacqueline.
Otros nenes son un poco menos inocentes. Como el que me vendía marca páginas en Aswán. Nos enredamos en una discusión callejera, que menos, que más, que no, que sí. El mocoso se hacía el enculado, yo me decía “chau” y al ratito me llamaba, que volviera. De vuelta a pelear, subía el tono de voz, se iba, volvía… Yo seguía firme en mi negociación y el también, uno más necio que el otro. Hasta que bueno, tras ver como con la mirada mis amigos me trataban de “abusador” terminé aceptando los términos del enano. Al otro día, mientras cenábamos, otro se me acercó a vender más señaladotes. Yo le tiré un precio y el pendejo me aceptó al segundo. Evidentemente, son todos más vivos que yo.
Pero bueno, que no todo el crédito es para los niños. Adultos los hay que te quieren vender cosas a toda costa, que te dan indicaciones sospechosas o te pelean los precios con cara de orto, pero también los hay muy simpáticos y amables. El señor del hotel en Aswan, enamorado irremediablemente de Jacqueline, fue un claro ejemplo. O, también en esa misma ciudad, el remero que los hizo cruzar el río a Thomás, Jacqueline y nuestro circunstancial amigo argentino, Marcos, sin media una sola libra. El panadero que nos explicó todas las cosas riquísimas por las que le preguntamos y nos regalaba varias para probar. Los muchachos que nos vendieron Shawarma una noche, chochos de intercambiar unas palabras o los mozos del bar del café más caro de Egipto en el templo de Edfu que se morían por conversar de fútbol (eso sí, los muy nabos no conocían a Talleres, de no creer…).
Y bueno, loas y palmas aparte se merece Mohamed. Mi amigo cibernético desde hacía muchos años, fue un anfitrión fantástico en el Cairo. Nos llevó de aquí para allá, nos mostró lugares preciosos, nos hizo de guía con explicaciones históricas y todo, tomamos, comimos, regateamos, caminamos, charlamos, nos reímos. Realmente se pasó e hizo de la estancia en la capital egipcia una experiencia espectacular.
Así que bueno, sí, por supuesto que Egipto como tal es precioso, que hay muchísimas cosas para ver. Que es súper recomendable para hacer turismo, para quedarse mucho tiempo y conocer. Pero creo que la nota de color y el valor agregado de este viaje fueron, justamente, los Egipcios.