Postales de la civilidad

No recuerdo bien cuando, pero en algún momento de los últimos tiempos en Leipzig nos enteramos de en no-sé-cuál-ranking Viena figuraba como la mejor ciudad del mundo para vivir. Esto se basaba en una serie de indicadores socioeconómicos con los que hacían un índice y después la listita de ciudades, de la más deseable a la más evitable.
El asunto es que claro, uno es medio gil y se impresiona con esas cosas y en los días previos al viaje se empieza a imaginar qué cosas tan maravillosas ocurrirán allí como para que se le de tan honorífica distinción. Más aún, pensarán algunos, cuando uno viene de la periferia, del subdesarrollo y se encuentra con la Civilización con mayúscula.
Pero bueno, para alegría de los nacionalistas que ya empezaban a mirar con desdén las últimas líneas de esta entrada, he de reconocer que Viena es una ciudad bastante como cualquier otra. Uno no se ve sorprendido, encontrándose en un mundo totalmente diferente, para nada. Pero sí se pueden ver algunos detalles, puntos curiosos, que se presentan como indicios quizás de aquellas características esperadas.
Aquí les van algunas postales de la civilidad.



AutoService de periódicos. Los domingos todos los postes de la ciudad se encuentran llenos de estos carteles con sus respectivas bolsas llenos de diarios. El sistema es muy simple, uno simplemente toma un diario y pone la plata en una latita.


Tacho de basura con suplemento especial para cenizas y cigarrillos.


Agua pública.


Todos los tranvías vienen con una correa para atar los cochecitos.


Por mi barrio hay varios de estos cartelitos que muy gráfica y escatológicamente le recuerdan a los dueños de los animalitos sus obligaciones.


Estacionamiento para perros en la entrada del supermercado.


Un restaurante con mesas en el jardín, donde antes de entrar ya le están recordando a los comensales básicamente que tienen que estar callados.


Ciudadana chilena horrorizada por el caos: una botella rota a las dos de la mañana en una estación de metro. Mientras buscan las cosas para limpiarlo se toma la precaución de poner un cartel encima para evitar accidente.


Revistas de lectura en el metro. Casi siempre se encuentran colgadas al lado de los asientos. Por las mañanas suelen haber en cada silla diarios de distribución gratuita.

Hietzing

Bueno, Hietzing no vendría a ser mi barrio, pero casi… Oficialmente, es mi distrito, el número 13 de la ciudad de Viena. Pero como yo no sé aun en qué barrio vivo (en realidad ni siquiera sé si los distritos se dividen en barrios) le llamo barrio a esto.
El territorio en cuestión, en fin, es mi habitat. Si bien un poco más lejos, no mucho más diferente a mi Argüello cordobés: es un barrio residencial y medio en la loma del orto. Re tranquilo y bastante verde. A unas cuadras de nuestro depto tenemos las vías del tren (eso sí, acá pasan trenes a cada rato) pero falta la encantadora estación. Y bueno, no muchas similitudes más tampoco. Pero bastantes.
La distancia con la Universidad es como la de Argüello con el centro, unos cuarenta minutos. Con el centro de la ciudad, dependiendo en que parte, un poco menos. Pasa que la Uni está en el cuore de la city, vio? Pero bueno, eso sí, esos cuarenta minutos se calculan desde el momento en que uno saca un pie del edificio hasta que emerge por la escalera mecánica en la puerta de la facu. En todo ese proceso media: un par de cuadras hasta la parada de tranvía (y cruzá los dedos que no venga un tren y te bajen las barreras), unas paradas hasta la estación de metro de la línea 4, cambio en Karlsplatz a la línea 2 y unas estaciones más tarde, sí, estamos en el Hauptgebäude! Ah, si querés ir al “Uni Campus”, bueno, o caminás unos diez minutitos o te tomás dos paras de tranvía. En fin, son varios tramos, pero lo genial es que las esperas son re cortitas. En horario diurno el tranvía pasa cada seis minutos mientras que el metro suele tardar cuatro en llegar. La bici no es tan popular como en Leipzig. Hay ciclovías y esas cosas, pero no es lo masivo que era en la ciudad alemana. Eso sí, lo que mata entre la juventud es el monopatín! Así que bueno, así estamos con el transporte.
Volviendo a Hietzing… así como Argüello antes, hace muchos años, era un pueblito aparte que luego se unió a la ciudad de Viena. No sé si quedarán rastros, pero tiene una parte así como neurálgica, con una iglesia grande, negocios chetos y demás, que da la impresión de ser el “centro” de Hietzing. Otra cosa distinguida que tenemos muy cerquita es el Palacio de Schönbrunn. Desde acá uno se puede ir caminando e ingresar a los jardines por la parte de atrás y perderse en el laberinto de árboles, plantas y senderos. La entrada a los jardines es gratis, así que se ve mezclándose a los turistas con gente que pasea el fin de semana y otros que van a correr.
Supermercados tenemos varios por los alrededores, pero ninguno tan cercano como el glorioso Rewe! Igual, ya hemos detectado cuál es su primo austríaco: se llama Merkur y tiene también la línea hermana de los grandiosos productos “Ja!”, acá se llama “Clever”, pero el formato de los paquetes, los colores, toooodo es igual. Así que, claro, es un gusto recordar tiempos Leipziguianos. Eso sí, que los Clever salen un poco más caros que los Ja!.
Bueno, el asunto es que ‘tamos en Hietizing y vivimos en la fácil de recordar Hietzinger Hauptstrasse. Allí, en una esquina, se encuentra nuestro maravilloso edificio. Nuestro digo, porque claro, como algún lector memorioso recordará del envío anterior, comparto casa con Jacqueline y Dana. Estamos en el tercer piso de un edificio sin ascensor (grrr…) por lo que se imaginarán lo divertido que fue subir las valijas el día que llegué y las que más tarde fui a buscar a lo de un amigo. Genial. Ni hablar de lo entretenido que se pone cuando uno vuelve tarde y cansado. Pero en fin. Acá estamos. El departamento estaba habitado, evidentemente, por alguna viejecita de esas que abundan en Hietzing. De otra manera no se entendería el tipo de muebles, el decorado y algunos utensilios dignos del interés de un arqueólogo. Pero bueno, si uno no es muy complicado con el tema de los gustos, el lugar está muy bien: tenemos todo el mobiliario y herramientas necesarios. Ah, yo, pa’ colmo, cama grande. Así que quien venga de visita este año quizás zafe de dormir en un colchón sacado de la basura…
Bueno, esos son, no sé si los principales, pero al menos los detalles que se me vienen a la cabeza sobre el lugar. Ante cualquier duda, sírvase a contactarse con este servidor.
Saludos y hasta la próxima!

Ah, por cierto, al parecer no tienen alarma contra incendios…

Algunas fotos

Llegada

Bueno, hoy sí, oficialmente, el primer post desde Viena. Sin mucha información relevante que contar, a decir verdad, pero bueno... cómo se resiste uno a volver al Trotamundos?
Tras despedida en el aeropuerto, y pasar el control de seguridad, donde el policía que me inspeccionaba el equipaje me preguntó dónde podía comprar mi misma mochila y bla bla bla, me aguardaba el maravilloso vuelo de doce horas. Bah, y un poquito más también. Porque se demoró como media hora en salir a raíz no sé que problema en no sé cuál cabina (je, augurando poco estrés desde el primer momento). Pero el asunto es que evidentemente se solucionó el inconveniente y salimos y volamos y no hubo ningún problema. Excepto por el insomnio, porque claro, a pesar de que los gallegos te sirvan la "cena" a las tres y media de la tarde y te cierren todas las ventanitas para "dormir" un par de horas después... ni modo que uno pueda. Así que las 12 horitas despierto se hicieron un poquito menos tortuosas leyendo el librito de Sabina que me había llevado (si iba por España no había que desentonar). Creo que el único momento en el que estuve cerca de dormirme fue cuando el viejo que se sentaba adelante se encargó de pararse al lado mío y se puso a hablar con un guaso del comité interreligioso que integraba y bla bla y dios y bla bla y la iglesia que iba a visitar en Holanda y que el Vaticano... en fin.
Bueno, el asunto es que a causa de la demora comentada el vuelo llegó medio tarde a Madrid así que salí disparado pa' hacer el cambio. Siguiendo la letra K en los carteles (esa era mi terminal o como se llame) te iban indicando cuántos minutos te faltaban para llegar, información según la cual, al menos al principio, estaba olgado de tiempo. El asunto se complicó cuando llegué a tomar un tren que te lleva de una parte a otra del aeropuerto. Habían colas larguísimas de gente y los vagoncitos no venía más. Un buen rato pasó hasta que llegó el primero y recién al tercero me pude meter. Después vendría el control de seguridad y después seguir hasta la puerta a las corridas. Llegué bien al final, como con diez minutos de margen.
Ese último avión, si bien corto, ya se me hizo tortuoso, estaba cagado de sueño y no me dormía más que de a cinco minutos. Pero bueh, pasó y he me aquí en Vienna. En el aeropuerto me esperarían Jaqueline y Dana (mis compañeras de depto en la capital austríaca), así que salí con las valijas y si bien no las encontré en un primer momento, al ratito nos vimos y acepté gustoso el chocolate de bienvenida con el que me esperaban. El resto fue fácil, me dejé guiar por el aeropuerto, el metro y el tranvía hasta que finalmente llegamos al hogar. Pero bueno, ese ya es tema pa' la próxima entrada.
Saludos y bienvenidos a Viena.