Cuadernos de (Ay!) Praga

Bueno, como bien se adelantaba en la última entrega, sí, sí, el fin de semana último anduvimos de paseo por Praga. A diferencia de Berlín esta vez no teníamos conferencia de nadie ni aniversario de nada. Fue un viaje puramente turístico e inacadémico. Con esa idea fuimos y cumplimos.
Con respecto al viaje a la capital alemana hay que reconocer que la tropa se vio diezmada: los latinfour (bueh, Thomas, Tito, Maurico et moi), Annie, Jacqueline (Taiwán) y Andrea. Salimos el viernes al medio día, exactamente después de nuestro "mid term exam" (entre nos, es un parcial pero con nombre más pomposo) y volveríamos el martes a primera hora, justo para clases.
Si bien en líneas generales el viaje transcurrió en armonía, tranquilo y sin mayores sobresaltos, hay que reconocer que los primeros minutos fueron todo lo contrario. Tras el examen cada uno agarró por su lado, algunos se fueron a comer al Mensa, otros picaron pa' las casas a buscar equipaje (otros fuimos a armar la mochila en tiempo record) y bueh, debíamos encontrarnos a un horario determinado en la Hauptbanhof (estación central, cof cof)... no recuerdo, pero era algo así como media hora antes de que saliera el tren. El asunto es que cuando ibamos varios en el tranvía para allá nos llama Mauricio avisando que se había olvidado el pasaporte y que por esa razón se había vuelto hasta la residencia a buscarlo. Bueno, el asunto es que faltando unos 20 minutos todos, menos el colombiano, nos encontramos en la estación. Compramos alguito para comer y fuimos a esperar en el andén. El tiempo pasaba y Mauricio no aparecía. Le consultamos al inspector de pasajes que estaba parado al lado del tren si había forma de esperar un poquiiiito para salir a lo que él, muy amablemente, nos dijo que podía concedernos "1 minuto".
El tiempo pasaba y el muchacho no aparecía. Faltaban cinco minutos y nos enterábamos que estaba a una parada de tranvía de distancia. Jacquelin se ofrece a fingir un desmayo en la puerta del tren, pero entre medio que hablamos esas pavadas ya se hace la hora y tenemos que subirnos. Despacito, bien despacio, nos vamos metiendo en el último vagón que tiene todo vidriado para atrás, a ver si podemos verlo llegar al gil que faltaba... Nada, nada, nada... y el tren se va.
Mauricio llega dos minutos tarde, llamadas van y vienen, policía, pasajes, etc, y se sube a otro tren, a ver si nos puede alcanzar en Dresden, que es donde cambiamos de tren para ir a Praga. Allá es otra vez la misma historia, ver si se puede demorar un poquito el tren, que no, porque viene tarde el que esperamos y bueno, en fin, nuevamente el desfasaje mínimo, mientras llega el tren de Mauricio, nosotros nos vamos a Praga. Habrá que encontrarse allá finalmente.
Tras un par de horas más de viaje, que se hizo aun más largo por intentar jugar a los juegos más aburridos y complicados que se nos ocurrían, llegamos a la estación de tren de Praga. De ahí teníamos que tomarnos el metro hasta el hostel, dejar las cosas y volvernos para la estación a buscarlo al demorado. Pero claro, no era tan fácil, tras cambiar un poco de plata (por coronas checas) vamos a la parada del metro y nos encontramos con que las maquinitas sólo aceptan monedas (que, obvio, no teníamos). Andrea, que si bien es eslovaca, hace gala de su checo yendo a una ventanilla a ver si nos pueden vender los pasajes, pero no, está cerrado. Los guasos, entonces, ven un kiosco y bueh, a comprar un chocolate y que nos den vuelto. Cuando la simpática de la señora que atiende el local nos adivina las intensiones (al segundo chocolate), nos saca rajando, diciendo que le vamos a acabar todas las monedas... Genial. El asunto es que, cinco minutos más tarde, tras releer las máquinas, pensar cómo conseguir monedas, etc, etc, las dichosas ventanillas se deciden a abrir y podemos comprar nuestros pasajes con billetes. Ahora sí, pa'l hostel.
Nuestro distinguido hostel se llamaba "Chili" y, con ese nombre tan elegante uno puede adivinar fácilmente que su principal virtud no es otra que ser el más barato que encontramos. Mi querido amigo Gabriel, referencia inevitable cuando de Europa se trata, me había contado que se había alojado ahí y me pasó algunos detalles de su cómoda estancia. No íbamos, entonces, muy entusiasmados con las isntalaciones ni los servicios, pero bueh, si bien no era la gran cosa, hay que reconcoer que estuvo bastante bien. Lo único que sí extrañamos fue el servicio de calefacción que brilló por su ausencia la primera noche y, tras haber sido "arreglado", digamos que no brilló por su presencia en las noches venideras.
Bueno, dejamos el equipaje, y salimos de vuelta, marcha atrás, a la estación de tren. Para esta altura ya somos unos cancheros bárbaros en el metro, llegamos sin problema y encontramos a Mauricio. Emotivo reencuentro, saltos, abrazos, lágrimas, pero hambre, así que nos vamos a comer por ahí. Tras probar las virtudes del servicio checho en un primer restaurant (digamos que al cabo de 40 minutos no habíamos podido pedir nada), probamos suerte en un segundo, donde si bien el personal no derrochaba más simpatía, bueh.. zafaba. Andrea brilla por su checho nuevamente traduciéndonos los menús, qué acierto haberla invitado! Bueh, comemos y nos vamos pa'l hostel, que al otro día empiezan las actividades temprano. Tan temprano que a las seis am llega Ana, amiga de Mauricio que viene a completar el contingente.
A decir verdad el resto de los días no merece un relato demasiado exhaustivo. Fue andar por la ciudad conociendo los principales puntos turísticos y probando los diferentes restaurantes de comida china de Praga. Racha que se cortó por fin el dia que salimos a comer con la hermana de Andrea (residente allí) y nos llevó por fin a comer comida checa.
El primer día visitamos el centro viejo por la mañana y después de comer la parte nueva. El segundo fuimos al castillo, sus alrededores y Mala Strana. El tercer día, por último, anduvimos en funicular hasta un mirador y luego nos cruzamos todo el centro hasta el barrio judío.
Yo había estado en Praga, según mis cálculos, hace nueve años y medio. Siempre la recuerdo como uno de los lugares más lindos que he conocido y ahora no hice más que reafirmarlo. Fue una mezcla de conocer algunos lugares nuevos, ir a otros que recordaba y andar por zonas que de golpe se me hacían conocidas. Así que bueh, en líneas generales, estuvo muy lindo el viaje.

A continuación algunas fotos y de bonus track, más abajo, un coro de ángeles interpretando la banda sonora del viaje, inspirada, claro está, en lo último de Joaquín.










Saludos y hasta la próxima

1 comentario:

PATRICIA dijo...

Qué lindo el video con la canción de Praga! Ja, ja! Muy bueno!
Hermosas las fotos. Y como siempre,muy disfrutable relato. Gracias. Besosss