Retazos de Marzo

Reencuentro en Berlín. Abuela, que por brazo en recuperación es transportada en silla de ruedas, hace su entrada en la zona de arrivals. Cara de nervios, rayando la desesperación, hasta que diez segundos después de su aparición es interceptada por el nieto. Casa en Berlín oriental con Juan Carlos y María Elena. Piano piano si va lontano y sin pausa pero sin prisa nos recorremos toda la city. Por las tardes, tiemblan las panaderías. Por las noches los pies cansados. Ah, y Marx es de Talleres. Una semana que se pasa volando, y volando también se van de madrugada los españoles truchos. Los argentinos, tras una espera en la calle, se van en tren.
Leipzig es descanso y city tour. Y cenas… Una muy yanqui, con Dana y su familia, con unos que sólo hablan inglés y otra que sólo habla español. Claro, el gil que habla ambos traduce y termina cansado y con dolor de cabeza. Después vendrá Dresden, que de tanto caminar y comer, hará merma en el estómago de algunos. Eso nos lleva a la segunda cena. Ahora sí, en español. Especialidades colombianas a cargo de Mauricio y, por fin, algún que otro alfajor de postre. Pero no todo es placer, que la noche del viernes nos aguarda la ópera. Un acto, dos actos, tres actos… cuatro actos! Y claro, otra cena para pasar el mal trago. Esta vez afuera, pero idénticos comensales.
En Munich hace frío, y mucho. No faltará alguna mañana atrapados bajo las colchas viendo nevar por unas horas. Pero eso no acobarda, así que cada día paso obligado por el pequeño Estambul de la Goethestrasse y recorrido nuevo por il Monaco di Baviera. El frío da hambre y comer sed, así que a no perderse la famosa cervecería de la ciudad. Y, claro, muñecas, de porcelana eso sí; no no, no made in Taiwán, amasadas por alemanes, de porcelana y arias las queremos.
De vuelta en Leipzig, ahora la combinación es descanso y shopping. Tiemblan los escaparates, que hay que llevar regalos a Córdoba. Tiembla el nieto, que ahora no es ópera, pero concierto sinfónico. Tiemblan las valijas, que al otro día vuelan a Colonia.
Allí no permanecen mucho. Se pierden de conocer la catedral porque las dejan encerradas en el hotel, pero ya, al otro día, vuelta a rodar y se van a Bruselas.
En las calles de la capital belga no se pasa hambre. Papas fritas, cerveza, waffles, chocolates y mejillones componen la fauna autóctona. Tampoco hay hambre detrás de la puerta del hogar, sólo un poco de confusión con los electrodomésticos. Y la puerta de la ducha, que te encierra. Los souvenires se compran en Gante, los bombones en Brujas, pero cuando llega el turno de Amberes, bueno, salió ganando la que prefirió quedarse durmiendo.
Ni el Thalys que se demora, ni el taxista que te estafa, ninguno impedirá llegar al cuarto de hotel con vista al canal en Amsterdam. La capital de Holanda, donde no hay holandeses. O no los ves. Lo que si ven algunas abuelas son los sex shops. Porque claro, si la psicóloga te pide un souvenir erótico, como no darle con el gusto. Pero claro, que lo compre ella. No, no, que yo no voy a comprar un vibrador. Compralo vos. Ok, no habrá souvenir. Sólo bulbos de flores, por un total de 3kg y algunos imanes que venden en las calles. Calles que, claro, deben ser limpiadas. Explicárselo a la abuela que no habla holandés, pero le declara la guerra al auto-manguera que la hartó a bocinazos para que se corriera del camino y la dejara limpiar. Como siempre, ganan los agentes del gobierno.
De regreso a Leipzig. Ahora es sólo descanso. Si así se puede catalogar al armar valijas que revientan. La cuenta regresiva. Adiós a los residentes de Leipzig. A tomar el tren. Que llega tarde. Y que está lleno. Aeropuerto de Berlín, donde todo empezó, todo termina. Chek-in. Té con torta final. Que nunca me gustaron las despedidas. De vuelta a la estación de tren. Pero el tren se fue antes que el pasajero. El pajero espera. Dos horas. Llega a la casa. De nuevo vacía. De vuelta a empezar.

2 comentarios:

caton dijo...

Tanto andar para legar a ningun lado si estaba donde naci lo que buscaba por ahi chan chan, pequeño saltamontes una vez que habres las alas no se deben volver a cerrar, pero ojo que se pueden!

Anónimo dijo...

mejor "abrirlas" si no te vas cagar de un porrazo.