Empapado por un elefante

No es que a mi me guste victimizarme, pero definitivamente esta no ha sido mi semana. Estoy pensando en recurrir a un chamán para saber qué malas vibras se alojan en mi residencia, o que me ayude a comprender de qué modo ella y yo no somos compatibles. El tema es que el asunto del fuego ha pasado de ser un accidente aislado y se ha convertido en un caso más de los infortunios a los que me somete este edificio.

Lunes, Dana y Tayse nos habían invitado a cenar, razón por la cual debíamos llevar vino. Como todo lunes me voy al súper a hacer las compras, lleno mi bolsa preferida de productos y me vuelvo al hogar. Estando en el hall de entrada una de las manijas decide que ya ha tenido suficiente, se desprende y zas! la bolsa al suelo. Con tanta suerte que la botella de vino venía al fondo. Se hace un pequeño hueco en la esquina inferior y el vino comienza a fluir. Por suerte Thomas (mi fiel compañero supermercadil) vive abajo, entonces nos vamos a buscar el lampazo para limpiar. Cuando volvemos el vino seguía saliendo y el hall empapado del inconfundible aroma a Malbec. Tras limpiar una vez, el vino sigue saliendo, así que volvemos a limpiar, pero nada, aparentemente era una botella bastante rendidora. Vamos a buscar una bolsa donde metemos la que estaba rota. Me preparo para subir las escaleras, pero no, la nueva bolsa también se rompe. Genial, el vino era de tan buena calidad que corroía bolsas. Otra pasada de lampazo. Buscamos una nueva bolsa, esta vez más resistente y sí, por fin puedo subir sin llenar los pasillos de vino.

Miércoles, mi libro de Amazon.de lleva varios días sin llegar desde que notificaron el envío. Como mi alemán es un tanto... mmm... como decirlo... inexistente? Le pido a Thomas que llame con mi celu al servicio de atención al cliente. Tras pasar grabaciones, esperar la musiquita de rigor, dar númeor de pedido y demás informaciones claves, un operador nos atiende. Thomas le explica que mi libro no llegó, pero que paradójicamente aparece en la página web como "entregado". El muchacho se fija y nos dice que "sí, efectivamente, el libro fue entregado". -"Ejemm... pero si no lo tengo"
-"No, claro. Como el cartero no encontró a nadie en casa se lo entregó a un tal Herr Finkler"
-"Ah, muy bien, pero yo no conozco a Herr Finkler"
-"Lo siento, pero yo no puedo darle más datos. Demasiado con que le he dicho su nombre"
Genial, genial... Así que bueno, hay que encontrar al Sr Finkler. Plan A, en mi piso los únicos hombres somos Thomas (mi vecino) y yo, así que él debe ser Thomas Finkler. Pero cómo va a ser tan gil de haberse olvidado de darme el libro tantos días... Probamos llamarlo, pero no atiende. Plan B, en la entrada del edificio se encuentran los buzones de todos los inquilinos, muchos de ellos, cuidadosos, ponen sus nombres en las ventanitas habilitadas para tal fin. Así que fuimos a leer en qué cuarto vivía Herr Finkler... Y nada. Herr Finkler debió olvidar poner su cartelito (si Herr Staricco había olvidado hacerlo, por qué no podría Herr Finkler). El asunto es que ya, un tanto nervioso, le rompo las bolas a Thomas para que llame de nuevo a Amazon. Mismo Proceso, grabaciones, música, claves, ser humano. Thomas le dice que sabemos que un tal Herr Finkler tiene nuestro libro, pero que no sabemos quién ocote es y al parecer no nos lo quiere dar. La señora chequea la información... "Ah, claro... jeje" Resulta que el nabo que nos había atendido antes era nuevo; el cartero no había encontrado mi casa (imaginamos que el número de depto no entró en la dirección) entonces mandó el libro de nuevo al depósito, donde Herr Finkler (empleado de Amazon) lo recibió.
El asunto es que ahora me reenviaron el libro (llamamos justo a tiempo porque un día más tarde me hubieran cobrado cargo de envío... por su impericia?) y bueh, por las dudas hace un rato fuimos a poner mi nombre en la ventanita del buzón.

Jueves, hoy. Apaciblemente trabajo en mi ordenador cuando suena el timbre. Pensando que es algún amigo salgo a atender, dejando todo abierto. Pero no, era una extraña señora hablando alemán. Se apiada y cambia al inglés. Resulta que era la cobradora del impuesto a la televisión. Sí, sí, en este maravilloso país te cobran una cuota mensual por tener TV y/o radio. Yo sabía de que existían inspecciones, que si te encontraban una televisión fuera de regla te multaban. Me pregunta si tengo noutbuc, radio y/o televisión. Con la puerta abierta de mi cuarto, sin saber qué alcanza a ver, le confieso que tengo tele y compu. Qué desde cuando tengo la tele, sólo desde enero por suerte... Algunos datos más y menos, y Zas! Boletita para el boludón. Pero no sólo eso, sino que justo Thomas (mi vecino) sale de su cuarto, la inspectora me pregunta si está y yo lo mando al frente. Zas! Boleta para dos. Después Thomas me explicaría que en general nadie paga ese impuesto, que esta gente no está habilitada a entrar a revisar y que, entonces, todo el mundo los charla con que no tienen y con eso alcanza. Su sub-texto fue claro: "la puta que te parió".

En fin, estos son los últimos sucesos destacables que ocurren bajo el techo de mi querida residencia. No tan querido yo para ella. Tendremos que replantear urgentemente esta relación, porque sino... así no podemos seguir.

2 comentarios:

viqui dijo...

jajajajaa .. me estoy riendo mucho con tus anecdotass primooo!!!
sos muy colgadooo!,
LO MEJOORR LO DE PAGAR EL IMPUESTOO de boluuuuuuu nomass jajajajajaja ..

TE EXTRAÑOOOOOOOOOO :)

vir dijo...

es como tomarse el colectivo para el otro ladooooooo! juaaa